En el Periódico El Tiempo, el quindiano Pablo Jaramillo Arango publicó este 6 de septiembre su acostumbrada columna de opinión, la cual lleva hoy el título de: ¿Querían que hablara?, ‘’Así, lo alarmante es que la compra de líderes, el pago de votos, los ríos de dinero en publicidad y eventos, los pagos de buses y camisetas, el dinero debajo de la mesa listo para el día de la elección que implica la compra de jurados electorales para cambiar los E-14, y otras triquiñuelas de grupos políticos non santos, pero muy prestigiosos por los rótulos de los partidos…’’ Pablo Jaramillo A.
Foto portada: Imagen alusiva a las elecciones, tomada del Tiempo
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Audio Gobernador del Quindío Roberto Jairo Jaramillo Cárdenas:
”Las elecciones serán el 29 de octubre. Admitamos que una minoría determina el destino de la mayoría porque así es la democracia.
Algunos de los lectores habituales de esta columna, me han pedido en forma privada que sea más explícito en explicar los riesgos que se avecinan para el departamento respecto a las elecciones del 29 de octubre. Así, que me he propuesto hacer un ejercicio muy gráfico para que se entienda la complejidad de lo que está en juego en estos comicios regionales.
Vamos a suponer que todos los Quindianos somos tan solo 10 personas, de las cuales podemos votar 9 (436.071 votantes), es decir, que tenemos la capacidad legal de tener inscrita la cédula, o inscribirla y votar.
De estas 9 personas, solo votamos 5 personas, las otras 4 se declaran en abstención por múltiples razones; puede ser poca credibilidad en el sistema democrático, ninguna capacidad de cambio real, el triunfo de las redes de clientelismo y los ríos de dinero en la compra de votos que hacen imposible un cambio real, etc. De los 5 que votamos, uno de nosotros representa el voto en blanco, el nulo y el voto no marcado; lo que supone que quienes incidimos realmente somos 4. De los 4 que quedamos, al no haber segunda vuelta y ser por mayoría simple, es decir, quien más votos saque, el resultado es que 1 ½ de nosotros elige para los otros 8 ½ restante. Primera cachetada.
Ahora bien, admitamos que una minoría determina el destino de la mayoría porque así es la democracia. Pero el asunto no es tan simple, ni tan diáfanamente ético. Supongamos, que uno de 5 candidatos, invierte en su campaña, unos recursos visibles que pueden aparecer en los libros de contabilidad y, otros invisibles, los que nunca aparecerán en libros, ni en crédito s y mucho menos en donaciones. Así, de los 5 pesos que invirtió solo uno es visible y los otros 4 no los son, para serle claro al lector, estamos hablando de cifras que superan los 10.000 millones de pesos en el Quindío.
Esos 4 pesos restantes los debe pagar y reponer (quien sabe a qué actores), cosa que hará con el recurso presupuestal público; por otra parte, recibirá un dinero nada despreciable de reposición, y adicionalmente deberá dejar del grueso del erario una gran cantidad de dicho presupuesto para repartirlo a cada uno de los partidos que lo apoyaron, que no es otra cosa, que la máquina burocrática de la mermelada que va para los grandes jefes de partido, y de allí en adelante hasta las bases medias y las listas a asamblea y concejo. Segunda cachetada.
Hay un par de candidatos en el departamento que son apoyados por numerosos partidos y tienen dudosas fuentes financiación. Yo me pregunto ¿qué le quedaría al Quindío cuando el gobernante tenga que repartir la torta (presupuesto estatal) entre los partidos y sus oscuros financiadores? Poco o nada para el departamento. Poco o nada para los ciudadanos. Tercera cachetada.
Ante este panorama el asunto es muy preocupante, pero aún no llega a ser alarmante. Empieza a serlo cuando nos damos cuenta que esta 1 ½ persona que eligió lo hizo con el dinero de todas las 10 personas, porque créanlo o no, todos pagamos los impuestos que alimentan las arcas públicas, bien sea de manera directa, por declaración de renta o bien, indirecta, por el pago del IVA cada vez que pagamos una gaseosa, un paquete de salchichas, un carro, etc. Pero de esta cuenta que hago no es consciente ni el 1 ½ que elige, ni el 8 ½ restante que deja que elijan por él. Cuarta cachetada.
Así, lo alarmante es que la compra de líderes, el pago de votos, los ríos de dinero en publicidad y eventos, los pagos de buses y camisetas, el dinero debajo de la mesa listo para el día de la elección que implica la compra de jurados electorales para cambiar los E-14, y otras triquiñuelas de grupos políticos non santos, pero muy prestigiosos por los rótulos de los partidos, son pagados por el conjunto de la población y, quienes se sienten beneficiados por ser parte de esta maquinaria truculenta, solamente están recibiendo un retorno de sus propios impuestos con un incremento adicional por interés, que se les paga con los impuestos que han pagado otros. Hasta ahí la situación es dramática, pero no totalmente desesperanzadora. Quinta cachetada.
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La desesperanza aparece cuando se entiende que estos grupos tradicionales en política hacen estas inversiones multimillonarias a futuro sobre dos supuestos. El primero, que haya una abstención del 60% y un voto en blanco del 10%, es decir, que en efecto esta 1 ½ persona que se ha beneficiado de la clientela y la corruptela sea la que elija y así se diga que hubo una gran manifestación democrática, cosa que a todas luces es engañosa, y, la segunda, que el resto de las personas, es decir el 8 ½ restante siga pagando impuestos, acepte su destino con resignación, se queje en casa con su familia, maldiga con indignación cuando toma unas cervezas con sus amigas o amigos, se enfurezca cuando tenga que ir a pagar impuestos, pero igual, que el ciclo se repita cada cuatro años, para que estas maquinarias non sanctas, se garanticen el pago de lo invertido, una utilidad para la repartija de sus socios politiqueros (partidos), un capital de ahorro para las elecciones siguientes en 2 años, y otro capital para tener una base para seguir pagando a los “líderes comunales y sociales”, los mismos que se indignan con los personajes políticos condenados o inhabilitados por corrupción. Sexta cachetada.
De esta manera es que el mal logra ganar las elecciones y siempre las van a perder los ciudadanos. Simplemente porque entregan su destino a la maquinaria, dejan que otros elijan por ellos para después quejarse del mecanismo democrático del que no hacen uso, y lo peor, aceptar en silencio que los malos son más poderosos que los buenos y que en política este es un axioma; diciéndose, “siempre ha sido así, y siempre lo va a ser”; pero igual habrán de elegir a alguien que robe y lo haga lo menos posible en el mejor de los futuros posibles para la sociedad. De igual manera, quien se abstiene y vota en blanco, salva su responsabilidad con el sofisma de decirse, por mi culpa no fue, fue por la de otros. Perdón, pero para el caso particular del Quindío, votar en blanco es votar por ellos. Séptima cachetada.
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Así pues, se roban no solo los recursos, sino los sueños, las esperanzas y el futuro de los que pueden votar y de los jóvenes o niños que aún no pueden. Mi pregunta para los lectores es la siguiente; ¿acaso no es indispensable salir a votar y dejar que el voto en blanco sea realmente el último recurso para evitar las lamentaciones a futuro?, hay que votar por alguien a conciencia, no importa por quién, siempre que la elección no esté manipulada por la maquinaría maligna que acabo de explicar. La elección no puede estar influida por este ciclo perverso, sino por la libertad de ser, sentir, decir y expresarse de cada quién en el Quindío. Octava y última cachetada”.
¿Querían que hablara? Aún no he dicho nada.
Fuente: Pablo Jaramillo Arango
- Doctor en Estudios Políticos y Jurídicos