Tres colombianos lo delataron y señalaron que del grupo de mercenarios solo siete conocían del plan. Los demás viajaron engañados. Noticias Caracol conoció las pruebas que vinculan al gobernante interino con el magnicidio.
El magnicidio de Jovenel Moise comenzó a planearse en noviembre de 2020 en el edificio de la sede de CTU Security en Miami. Allí estuvieron reunidos el venezolano Antonio Intriago, dueño de la empresa, el gerente colombiano Arcángel Pretel, el haitiano-estadounidense James Solages, un diplomático haitiano de apellido Askard, el médico haitiano ya capturado, Christian Sanon, y el colombiano Jonathan Rivera García.
Los participantes del encuentro en Miami planearon desde ese momento secuestrar al presidente Jovenel Moise para tomarse el poder y dejar como presidente a Claude Joseph, el actual primer ministro de Haití.
Esta revelación le da un giro sorprendente a la investigación.
Las autoridades haitianas y los investigadores del FBI consideran al primer ministro como la figura máxima detrás de este crimen, junto al médico Sanon y a John Joel Joseph, un exsenador haitiano, hoy prófugo de la justicia.
Se trata de una bomba política, si se tiene en cuenta que Claude Joseph gobierna el país como reemplazo del presidente asesinado.
Precisamente hoy, el primer ministro se refirió a los funerales del mandatario.
“Se hizo un acuerdo con la esposa del presidente Moise para crear una comisión que organice un funeral solemne y digno para el jefe de Estado del país”, dijo Joseph.
Entre las pruebas conocidas, hay llamadas telefónicas y fotos de reuniones que vinculan al primer ministro con los mercenarios colombianos.
Los investigadores tienen claro el papel que habría jugado cada uno de los partícipes de la conspiración.
Tras la reunión en Miami, el colombiano Pretel y en especial el haitiano James Solages volvieron a buscar a Jonathan Rivera, quien había estado en la reunión, y quien los llevó hacia su hermano, el capitán retirado del ejército Germán Rivera, y hacia el sargento retirado Duverney Capador.
Ellos tres se convertirían en los enlaces claves con los mercenarios colombianos y el primer ministro. Y sus destinos terminaron muy distinto: Jonathan no estuvo en la operación y se convirtió en un testigo de excepción en este caso, mientras que su hermano Germán terminó capturado en Haití y capador murió en la residencia del presidente, a manos de las autoridades haitianas.
Los investigadores documentaron que, entre noviembre y mayo, Solages sostuvo comunicación telefónica constante desde Miami con Capador y los hermanos Rivera. Entre sus contactos telefónicos aparece otro hombre clave en este caso para las autoridades: el abogado y líder político haitiano Phenil Gordon, que, según los investigadores, participó de la consecución de las armas para el comando de mercenarios.
El reclutamiento de los asesinos
La empresa desde la que se habría organizado el magnicidio es CTU, con sede en Miami. Esta habría designado al capitán Germán Rivera y al sargento Duverney Capador para reclutar a los mercenarios.
Ellos dos acudieron a sus contactos con tres empresas colombianas reconocidas por haber enviado a militares retirados a prestar servicios de seguridad en Oriente Medio.
Noticias Caracol se abstiene de revelar los nombres de estas empresas para no entorpecer la investigación en Colombia, pero la unidad investigativa rastreó los movimientos financieros de una de estas compañías, y encontró movimientos por casi 700 millones de pesos, inusuales para sus negocios normales, durante los dos meses previos al magnicidio.
Los investigadores también le siguen el rastro a una multinacional británica, uno de los jugadores más grandes del mundo en el mercado de los servicios de seguridad y a sus representantes en Colombia por su papel en el reclutamiento.
Entre Capador, Rivera y estas empresas habrían contactado al menos a 200 militares retirados en Colombia para ofrecerles un trabajo en el Caribe.
En mayo, los reclutadores ya habían logrado armar su escuadrón de 21 retirados entre oficiales, suboficiales y soldados, la mayoría de ellos con entrenamientos de lanceros y fuerzas especiales.
Estos fueron los que viajaron a Haití. Y de este grupo solo siete conocían el verdadero objetivo de la misión hasta ese momento: secuestrar al presidente Moise.
El día del asesinato del presidente
El 6 de mayo, dos meses antes del magnicidio, la operación se puso en marcha. El sargento Duverney Capador, los hermanos Germán y Jonathan Rivera y un amigo de ellos, el piloto y policía retirado Ronald Ramírez, salieron del aeropuerto El Dorado hacia Ciudad de Panamá, en el vuelo CM877 de Copa Airlines.
Noticias Caracol conoció en exclusiva imágenes que prueban su tránsito por el aeropuerto Tocumen de la capital panameña, donde abordaron el vuelo CM107 con destino a Santo Domingo, la capital de República Dominicana.
De acuerdo con los testimonios de los hermanos Rivera, ese mismo día, el grupo se encontró en Santo Domingo con un diplomático haitiano de apellido Askard, el mismo que habría estado en la reunión de Miami, seis meses atrás, donde se empezó a planear el magnicidio. El funcionario se encargó de gestionar rápidamente las visas para entrar a Haití de estos cuatro colombianos.
Cuatro días después, esta avanzada de los mercenarios colombianos vuela hacia Puerto Príncipe.
En la capital haitiana se encuentran con el médico Christian Sanon, uno de los conspiradores ya capturados. Se alojan en una casa en el sur de la ciudad, muy cerca a la embajada de Alemania, y también en inmediaciones de la residencia del presidente.
En este punto, de acuerdo con las declaraciones de los hermanos Rivera, habrían ocurrido varias reuniones con miembros del Tribunal Supremo de Justicia de Haití y políticos del más alto nivel, entre ellos el exsenador y hoy fugitivo John Joel Joseph, a quien los colombianos conocían como ‘triple j’. De acuerdo a las declaraciones, el encuentro más relevante fue con el primer ministro Claude Joseph.
Los hermanos Rivera les dijeron a los investigadores que el primer ministro les informó del nuevo plan: ya no secuestrarían al presidente. Debían asesinarlo.
Según los testimonios, les aseguró que él sería el nuevo presidente y que, desde ese cargo les aseguraría protección y trabajo. Por eso, creen las autoridades, los mercenarios no tenían un plan de escape.
Ese cambio de objetivo causó una pelea entre los hermanos Rivera: Jonathan y el piloto Ronald Ramírez decidieron regresar a Colombia. La misión siguió adelante sin ellos.
El 4 junio, los 19 exmilitares restantes abordaron en Bogotá el vuelo 0252 de Avianca hacia Santo Domingo. Dos días después, pasaron por tierra, a través del puesto fronterizo carrizal a Haití.
Solo siete de ellos conocían la verdadera misión. Para los demás, la tarea consistía en brindar seguridad al Gobierno.
Durante cuatro semanas ajustaron los detalles finales de la misión. El 7 de julio, después de siete meses de planeación, la operación fue ejecutada.
El grupo llegó a la casa del presidente.
Los siete colombianos, acompañados de tres policías haitianos, entraron y asesinaron al mandatario. Ellos habrían sido Carlos Guerrero, Mauricio Romero, Duverney Capador, Juan Carlos Yepes, Manuel Grosso, Neil Durán y Naiser franco.
Los demás, incluido el capitán Rivera, se quedaron prestando seguridad en las afueras mientras se ejecutaba el magnicidio.
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