El régimen

Por Abelardo de la Espriella

No voy a ahondar en este artículo en la falta de carisma, coherencia, lealtad y seriedad de Juan Manuel Santos, ni tampoco en otros tantos aspectos subjetivos de su oscura personalidad. Tengo claro, eso sí, como la mayoría de colombianos, que difícilmente se puede encontrar en la vida a alguien con una condición humana tan lamentable como la del señor presidente. Quiero, en cambio, realizar un recuento fáctico de las actuaciones del Gobierno, que han ocasionado el derrumbe de los cimientos de la institucionalidad de la República.

Escribo y denuncio, por dos razones esenciales; la primera: quienes opinamos tenemos el deber moral de evidenciar los excesos y abusos del poder, y la segunda: porque, cuando el país esté hundido por completo en la desgracia hacia la que nos llevan Santos y sus esbirros, espero tener la conciencia tranquila, pues desde hace más de cinco años levanté mi voz y mi pluma contra un régimen fatídico y avieso como el que más, para nuestra ultrajada democracia (nadie que se precie de ser un buen ciudadano puede guardar silencio ante el despiporre de su patria).

El régimen se hizo reelegir con trampa y compra de votos. Para ello instrumentalizó a políticos de la provincia, a quienes hoy desechan y lanzan a los lobos. El régimen corrompió a jueces y a muchos medios pagó el apoyo para que ocultaran sus desafueros y lo ensalzaran frente a todos. El régimen permitió que el suelo colombiano se convirtiera en tierra fértil para el odio y se hizo el de la ‘vista gorda’ para que las matas de coca crecieran más alto que los palos de coco.

El régimen volvió harapos la Constitución, se robó el plebiscito y su líder ante el mundo posa como el gran salvador con un premio inmerecido. A la oposición, el régimen ha perseguido sin tregua: todo el que se enfrente a Santos termina calumniado y en el cadalso. El régimen dejó perder gran parte del mar en San Andrés y gastó millones viaticando; vendió Isagén e hizo aprobar en el Congreso una reforma tributaria, que tiene al pueblo literalmente llorando.

El régimen se especializó en montajes, mentiras fabricadas y cortinas de humo, para disfrazar tanta ineptitud y deshonestidad. El régimen rediseñó el Estado para complacer a la subversión, y creó para esta un tribunal especial, que exculpará a los miembros de la guerrilla de todos sus abominables crímenes, al tiempo que humillará y encarcelará a todos aquellos que, de una forma u otra, se han opuesto al izquierdismo radical. El régimen apoya la tiranía venezolana y ha ordenado a su canciller hacer lobby internacional en favor de aquella y de la satrapía cubana. Ni una palabra del régimen en favor de Leopoldo López y otros mártires, que han sacrificado su libertad por una causa mayor: la democracia.

El rosario de perlas del régimen lo completa la financiación de Odebrecht a sus campañas y el pago de favores a los brasileros, a través de concesiones y contratos billonarios, vínculo que ya se encuentra plenamente probado.

Que nadie sueñe con la renuncia de Santos. El presidente no conoce de honor ni de grandeza. Solo nos queda salir a protestar y marchar en cada esquina de la patria. Hay algo que el régimen jamás podrá tener porque no tiene precio: el amor del pueblo. Y eso hay que recordárselo todo el tiempo.

La ñapa: valiente el gobernador de Antioquia, al denunciar que las Zonas Veredales son territorios independientes, en las que las Farc están sin Dios y ley.

 Fuente: El Heraldo – abdelaespriella@lawyersenterprise.com

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